martes, 15 de febrero de 2011

Cero poder.

Cero poder de inspiración. Aunque me me dijeron cuando empecé la Facultad que la inspiración es un factor que no influye al momento de escribir, yo la necesito. Necesito saber que está por ahí en mi cabeza, en mi interior y que cuando yo quiera me va a ayudar a reproducir palabras en un papel o en el teclado de la computadora.
Y yo confiaba en ella porque antes estaba. Estaba ahí y me ayudaba a escribir. Estaba sin que la llame. Y, aunque no era garantía de que lo que producía era en lo más mínimo bueno, algunas palabras fluían.
Hoy, ya no está. No sé por qué. Creo que el hecho de haber crecido me hizo perder ese no-sé-qué que me ayudaba a alinear e hilvanar una palabra tras otra. Una palabra seguida de otra con significados puros y llenos de un sentimiento mordas, voraz y sin pulir. Crudeza en cada una.
Sé que prometí a esa persona que llegó a mi vida y la hizo más que especial volver a escribir, volver a descargar la vida sobre el papel, pero no puedo. Desde ese día en el que sentados en el tren cuando volvíamos a casa nos prometimos volver a nuestro "arte", no pude más. Por tímidez, por falta de algo, por pérdida de todo, no pude más.
Con la práctica, con el amasijo de los dedos sobre el teclado y el cerebro, por ahí, quién me dice que no, algún día volveré a ser la de antes.

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